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La felicidad es un estado de bienestar que queremos transitar siempre.

La vida nos propone escenarios y actores que no siempre logramos coincidir

Hechos y circunstancias que no encajan con un ideal que antecede nuestros pensamientos y que, rara vez, coinciden de forma espontánea.

El recuerdo efímero de estar en el vientre materno y los primeros años que nos sentimos cuidados y protegidos para los que pasaron por esa experiencia; o el imaginario para el que no transitó el amor materno, constituye nuestro punto de partida y comparación de todos los hechos que vendrán.

Creímos desde el comienzo, consciente o inconscientemente,  que ese estado tendría un continuo espontáneo; la práctica nos dijo NO.

Entonces se abrieron dos puestos en nuestra existencia: Espectador y Protagonista.

Entonces creímos que era uno u otro y comenzamos a andar.

Creímos también que hicimos lo correcto, que nuestras decisiones tenían una razón de ser, un justificativo que nos avala nuestros actos y nuestros resultados.

Pero la Felicidad no tenía continuidad, incluso pasaron períodos tan largos que creímos que ya no vendría y cuando asomaba, no alcanzamos a retenerla, simplemente por que no teníamos práctica.

La Felicidad se convirtió en Utopía y creímos que solo estaba en los sueños y en las películas, en historias que nos contaban o en la vida del otro, pero no en la nuestra.

¡Entonces pasó!

Pasó que pudimos ver que además de Espectador y Protagonista ¡está el DIRECTOR!, y también el AUTOR,  el PRODUCTOR, el ESCENÓGRAFO, el ASISTENTE…. y así aparecieron tantos roles que no sabíamos en cual estar.

Entonces pasó que nos dimos cuenta que podíamos ser todos esos, que muchas veces estábamos siendo todos esos en distintas circunstancias y ¡no nos habíamos dado cuenta!

De repente se apagó la luz y comenzó la magia, la magia de empezar a VER nuestra película, nuestra creación, asombrados por lo que estábamos viendo nos dimos cuenta que teníamos un montón de recursos para hacer otra y otra película y que, además, podíamos hacer modificaciones y cada película que pasaba nos gustaba más y más, y empezaron a venir nuevos espectadores y actores que se sumaron y quisieron participar de nuestro proyecto y así seguimos hasta el final.

Ese día en que me di cuenta, ese día fue UN DÍA FELIZ. Y así fue cada día al empezarlo, la felicidad siempre estuvo ahí, solo había que buscarla en nuestra capacidad de creación.

Ariel Orlando | Coach Ontológico

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